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lunes, 22 de noviembre de 2010

Cerrado por vacaciones...

....si! una semanita de vacaciones. Espero ver comentarios y nuevos/as amigos/as en el blog... y más descargas del libro!!! nos "vemos" en unos días!!!!!!!!

Besotes

JJ

viernes, 19 de noviembre de 2010

Nuevo proyecto...

Hola amigas/os, como anuncié hace meses tenía en mente reescribir y continuar una cosilla que tenía por ahí guardada, ahora estoy en plena actividad con esa historia, no sé si me dejará tiempo creativo para poner cosas nuevas en el blog, tengo un par de relatos en mente, pero la verdad es que estoy poniendome en serio con lo que espero que sea mi primera novelilla, no serán relatos, ni poemas, os dejo un fragmento... no lo colgaré aquí todo.

Un abrazo y/o besos

Juanjo

Por cierto llevo 43 descargas de mi libro, me hace mucha ilusión....


¿Qué es la personalidad?, definirla sería fácil, sólo tengo que buscar en una enciclopedia y extraer su definición exacta. Pero mis dudas, mis reflexiones sobre este tema no son producto de mí ignorancia. Se debe a la narración de una historia relacionada con la personalidad. Me la contó un hombre que aún no tengo claro quién era, no puedo decir cual de los personajes del hecho narrado era o si sólo era narrador sin mera participación. Tampoco si es cierta o es un cuento inspirado en el gran Poe. Yo sólo puedo repetir las palabras que oí, puedo explicar esa increíble historia que no me deja dormir y que si no la escribo en estas hojas puedo explotar o volverme loco. No se porqué me ha afectado tanto ese relato, quizás por lo irreal que todo parece o quizás porque me de miedo que sea real. Influir en una persona es algo aparentemente normal, nosotros vamos creando nuestra personalidad a lo largo de los años y en ese periodo nos influyen amigos, familiares o incluso extraños que aparecen y desaparecen tan rápido como un abrir y cerrar de ojos. Pero influir hasta en la decisión de morir, me parece algo siniestro y fantástico a la vez, normalmente la fantasía nos miente, nos evade de la cruda realidad pero, y si en este caso fuera posible que nos explicase una verdad palpable, ese debe ser mi temor. No quiero entrar en un tema que me va demasiado grande, como es el de la psicología. ¿O no es este el campo al que debo referirme?, no lo sé, relataré lo que a mí un día me contaron, sin opinar, sin introducir ningún tipo de influencia externa, o al menos lo intentaré. Quizás al final del relato si aún sigo cuerdo intentaré analizar lo narrado.
Una tarde veraniega del año noventa y seis, en la ciudad de B., estaba yo sentado en un bar, si no ibas acompañado, era un buen lugar para la lectura, y ese era mi caso. La lectura era amena, unos relatos de algún romántico alemán, seguramente, pero estaba cansado de leer, llevaba un buen rato y mis pupilas estaban ya cansadas de fijarse en algo tan pequeño y grande al vez como son las letras que forman un libro. Decidí observar todo lo que me rodeaba y aproveché para pedirme el segundo vaso de vino tinto y algo para comer. Aquel lugar era y es muy curioso, era (permitirme que me exprese en pasado, aunque todo exista en el presente) una mezcla entre una tasca irlandesa y una cafetería italiana. Había una zona de lectura, de reflexión, con música ambiente suave, allí no eran bienvenidos grupos que quisieran pasar un buen rato con risas y gritos. A mi me gustaba aquella zona solo cuando necesitaba silencio absoluto, pero la verdad es que para disfrutar realmente de la gente la zona, digamos común era mucho más interesante. La gente que frecuentaba ese local era muy variada, desde la parejita feliz hasta el artista desesperado que no logra que le publiquen su obra, pasando por un sin fin de variedades. Una de las cosas que me gustaba hacer es observar la fauna que allí se reúne, estuve largo y tendido en mi tarea y hasta al cabo de un buen rato no aprecié la compañía de un hombre de mediana edad, tendría entre cincuenta y sesenta años. ¿De dónde había salido?, no tenía ni la menor idea, y el tiempo de su presencia era aún mayor incógnita. No sabría decir el porqué, pero todo él me impresionó. Su estilo al beber, su forma de vestir, su perilla blanca, su rostro enigmático, todo. Su cabello era blanco con algún reflejo negro del pasado. Sus ojos azules hacían de su mirada algo especial, no expresaban felicidad era como si se compadeciera del mundo y de sus habitantes, y porque no, de él mismo. No eran los típicos ojos azules amables y cariñosos, podían serlo seguro pero no se reflejaban con asiduidad, estoy convencido de ello, parecía mas bien verse en ellos dureza, severidad y frialdad, como el hielo. Era algo ojeroso, estaría cansado de la vida.
Hacía calor, normal por la época del año, vestía un pantalón blanco a juego con sus zapatos finísimos, casi parecían de bailarín. Llevaba una camisa también blanca pero a rayas azules, era un azul verdoso, era de manga corta y eso hacía que se viera una cicatriz en el brazo derecho, sus antebrazos eran musculosos y en general su figura era estilizada, con musculatura fibrada no voluminosa. Es su mano izquierda llevaba un aro de oro y en la otra un sello que sólo más tarde ví que era un águila grabada en un hexágono. Muy regularmente, casi a una perfección en el tiempo, se mesaba la perilla durante unos segundos. Fumaba pitillos rubios, no recuerdo la marca, creo que eran europeos, y sus caladas eran largas y profundas, nunca había visto saborear un pitillo de esa manera, realmente disfrutaba con ello.
Yo estaba sentado en los sofás que estaban pegados a la pared, sobre la mesa había mi lectura, el vaso de vino medio vacío y una cajetilla de cigarrillos, unos “minipuritos” holandeses. En mi mano derecha se movía mi pluma estilográfica, a veces anoto ideas fugaces o frases que oigo, que luego se convierten en parte de algún relato o intento de poema. Ese día escogí para sentarme la parte tranquila, como he dicho antes se puede fumar, beber, leer o escribir y todo ello con buena música, que primordial es la música en mi vida. Esa misma sala podías encontrar rincones o zonas separadas por biombos, que hacían más intimo el lugar, mi asiento acababa en uno de ellos y mi inesperado vecino se sentó justo enfrente. Bebía una copa de brandy y parecía absorto en la lectura de un libro que no logré ver su título y cuando pude más tarde ya no presté atención a ese detalle. Aun viéndolo tan metido en su lectura parecía saber que lo observaba y eso hacía que yo dejara, por unos instantes de mirarlo. Muchas veces cuando observas a las personas insistentemente parece que seas algo descortés y mal educado, y yo procuro no ser ni una cosa ni otra. No podía estar mucho rato sin observar que hacía, quizás algún día ese hombre fuese un protagonista de una de mis novelas o relatos. Lo que no podía imaginar es que incluso la historia me la proporcionara él mismo.
Durante unos instantes tuve que abandonar mi asiento, una necesidad fisiológica me obligó a ello. Al regresar, aquel hombre estaba sentado en mi mesa y la copa de vino estaba llena. No me sorprendí y eso me sorprendió. Le agradecí la copa y charlamos, sin necesidad de presentarnos. Después de hablar durante un buen rato sobe temas un poco banales y de vaciar alguna botella de vino y de brandy, me dijo una cosa que fue el prólogo a su historia. –Me he fijado que te gusta observar a las personas, -y continuo diciendo- en tu mente analizas como son a través de sus gestos, formas de hablar y reír. Cada una de ellas tiene una personalidad que intentas descubrir y te ayudas de todos sus rasgos. Ten cuidado y no adoptes esos rasgos en tú propia persona, puede que tú personalidad se vea afectada por ellos y cambie la tuya hasta tal punto que te conviertas en otro, incluso en aquel que otra persona quiera.
– No puede ser,- repliqué - ¿me está diciendo que una persona puede influir en otra hasta tal punto en que esta última se transforme en una tercera?.
– Sí, y no sólo eso, sino que además esta tercera persona creada por la primera, tenga sus mismos miedos, los mismos temores, las mismas ilusiones, sus deseos, incluso las mismas ganas de vivir o morir. Y si me dejas y quieres, te lo puedo demostrar.
– ¿Cómo me lo demostrará, dominando mi personalidad, mi ser? – le pregunté con cierta ironía y con temor a su reacción. ¿Sería ya su influencia?. Me contestó con una sonrisa algo sarcástica.
– No, aunque podría hacerlo, te narraré una historia que conozco por ser partícipe de ella. No te diré quién soy dentro de esa historia, es mejor que te rompas los sesos pensando, sé que te gusta hacerlo y por eso sé que te gustará mi relato, no me importa si te la crees o no, sólo quiero ver tu reacción y como cambia tu expresión de la cara conforme vayas escuchando mi relato.


Estaba temblando, no sé si por los nervios o por el terror de oír sus palabras con tanta sequedad y frialdad. Ahora que sé su historia el decir si es cierta o falsa me resulta difícil de responder, pero mi prioridad mi curiosidad es saber quién es ese hombre y ubicarlo en la trama. Pero primero la devolveré a mi memoria y la anotaré en estas hojas para dejar constancia del hecho y para ayudarme a descubrir que demonios pasó realmente. Hace años de este hecho, no sé porqué ahora tengo la necesidad de escribir la historia. Quizás debería haberlo hecho en aquel instante, pero no fui capaz. Es como si después de escuchar la historia, yo mismo ya no fuera el de siempre. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que me enfrente al relato que un día me explicaron. Mi incredulidad inicial pasó a ser una navaja helada por mi espalda.