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martes, 4 de marzo de 2014

La Nube



La nube blanca nació antes que la luna dejara de llorar aquella noche. Viajaba lentamente antes que el sol sangrara por la partida de su amada plateada. Recorría el mundo en busca de algo que le hiciera pensar en su pasado. Algo que le hiciera vibrar, como aquella vez que el viento del sur la llevó hasta el fin del mundo y cuando llegó murió en la línea del horizonte, para renacer de nuevo con los rayos del astro rey.
Como anhelaba sentir el tacto de un alma. Poco a poco esa nube blanca se iba oscureciendo con el paso del tiempo. Tiempo infernal que no se detiene ante nada ni nadie, que destruye lo más preciado y a la vez lo más horrible de nuestras vidas. Capaz de desangrar a sus víctimas o de alimentar sus almas.
Seguía sin pausa pero a un ritmo lento, acariciando el cielo, esperando que la sensación de estar junto a él fuera real. Pero no. Como un sueño bello que se convierte en pesadilla cuando despiertas, así era la sensación que notaba la grisácea nube. Los vientos la llevaban hacia el oeste, suavemente la seducían con sus alientos fríos de la mañana. Ella los absorbía con deseo casi dañino, así iba cogiendo formas dispares, pero como una gran ola homogénea avanzaba. Era firme en su camino. Camino que no sabía de destinos ni de fines. Parecía un movimiento casi imperceptible pero existía, era real.
No siempre los sueños mienten, ni todas las pesadillas dicen la verdad. Ella lo sabía. Cuando miraba en su interior veía esa oscuridad que le dolía. Pero no podía hacer nada. Cuando sueñas no debes plantearte un mañana ni un ayer solo un hoy pero con perspectivas a una oscuridad infinita, eso le estaba pasando y pesando. No llegaba ese horizonte donde morir una vez más.
Pero el mundo es juguetón y a veces te deja sorpresas en los caminos que crea y destruye, te deja sonrisas en los ríos, te va dejando pequeñas huellas de una grieta por donde pasa un suspiro cálido. La casi negra nube divisó unas rocas esbeltas que se alzaban formando una de las montañas más bellas que tiempo y tierra han moldeado jamás, que la historia a erosionado de una manera casi erótica para que el cielo la acaricie, sol y luna juegan por unos instantes antes de ver su amor separado un día más.
Teñida de azabache se acercaba, los vientos, los susurros, no dejaban que se alejara de aquella magnífica visión. Su destino estaba marcado en el cielo con tinta de oro y con la melaza más dulce que mortal haya creado. Tenía miedo de acercarse con aquel aspecto tan triste. Estaba cerca poco a poco su suave consistencia abrazaba aquella montaña. Pero el tiempo no se detiene y su camino debía seguir, se dio cuenta que su abrazo no sería eterno, que sus caricias se desvanecerían como notas de una canción que perduran solo unos instantes en el cielo. Le dolía el alma. La montaña le susurraba palabras de amor. La montaña anhelaba sus caricias. Cuando el dolor que sentían era más fuerte la nube empezó a llorar. Sus lágrimas caían en forma de besos, en forma de suspiros y en caricias cálidas. La montaña se estremecía. Rugía el viento feliz por ver que al fin la nube entendió que hay otras formas de contacto. Su presencia de algodón oscura tenía un bien preciado, su llanto. Gracias a su oscuridad interna, gracias a su dolor, todo ello le permitió derramar millones de lágrimas que se fundían por todos los rincones de la magnífica montaña. Aquella nube poco a poco moría, pero su alma se transformó en ríos, en rocío, en niebla espesa de la madrugada, y así por la eternidad de los tiempos aquella nube y aquella montaña recorrieron la historia del mundo juntas. 



  
Código: 1403040299332
Fecha 04-mar-2014 20:02 UTC
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