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viernes, 30 de abril de 2010

El latido de un árbol (3er fragmento)

-No sigas, ven…- Nuestro joven buscador fue abrazado y besado por aquella mujer, medio ángel medio demonio. Sus cuerpos se encontraron y allí en el cementerio bajo la lluvia se amaron durante horas. Ni el agua fría ni el viento helado les molestó, sólo deseaban amarse sin más. –Nunca me iré de su lado, bella estrella, jamás partiré en busca de mi mismo, ni de mi soledad.
-Pero que dices cachorrillo, ¿no te oyes?. Estás blasfemando a tu religión, no seas uno, cree en tu Dios y en tu muerte, que la luna te guíe, que el viento te lleve y que la brisa te acaricie. Aquí morirás, pero no como tu quieres; morirás arrodillado y pidiendo perdón.
-¡No, eso jamás!, mis alas perder no puedo….
-Por eso bello joven, parte, aléjate de mí, piensa que yo te acompañaré y gozaremos de nuevo. Ahora vete y no hagas que llore más. Toma, ten estas palabras en tu mente y me tendrás por siempre:

Ama a todo lo que no
sea un hombre,
y te amarás a ti mismo.
Entonces ama a quién
sueñe contigo.

-Gracias por tan preciado regalo, en mi pecho lo grabaré con oro líquido. Adiós mi Dama Negra.
-Adiós mi bello muchacho, en mis entrañas te llevaré.- Se alejaba mientras la naturaleza creaba una bella melodía; miles de tambores, violines con agudas notas, con platillos dorados y campanillas plateadas que acompañaban los gritos desgarradores de trombones, oboes, clarinetes y demás instrumentos de aire, todo ello con la delicadeza del mejor compositor.
Lejos de aquel pueblo se sentó en una piedra, a un lado del camino que recorría y estos eran sus pensamientos: “-¿Qué busco?, ¿Qué deseo?, ¿qué miedo tengo?, ¿y la soledad?. Cuantas preguntas, yo salí en busca del ser más solitario. Me encuentro con gente desagradable, que me hunden aún más en un pozo oscuro. Solo aquella mujer me iluminó y significaba el derrumbamiento de mi castillo, la tala de mis alas, las respuestas en blanco a mis preguntas. Debo encontrar a alguien que me responda, alguien solitario que sepa que hacer. Que tormento en mi cabeza, un redoble de tambor oigo, sables atraviesan el cielo negro y se me clavan en las piernas, pero seguir debo, aun con las manos caminar. O con las sienes arrastrar mi cuerpo putrefacto. Ni la muerte me separará de la verdad buscada”. Estas eran las palabras que brotaban de su interior. ¿Quién podría estar más solo que él?. Estaba tan aburrido que incluso a unas piedras preguntó: “-¿Sois las piedras seres solitarios?.
-No, no- decían riendo- somos muchos y nos divertimos, jugamos y nos amamos.
-Que suerte la vuestra.
-No lo creas así -dijo una de color entre rojo y negro- no tenemos capacidad para sentir, al menos desde vuestro punto de vista, no pensamos, no conocemos la soledad, es lo único, tu debes preguntarte, tu deber es hallar respuestas y sentir cosas, cosas que nosotras no podremos sentir jamás. Ponte en pie y busca, pregunta al río. ¡Suerte amigo de las piedras!.
-Gracias hermosa gema, tu consejo seguiré.” Nuestro protagonista prosiguió su búsqueda, ahora tenía una tarea fácil, encontrar un río. El canto de los pájaros lo condujo hasta su pronto destino. Se oía a lo lejos una bella canción, era el río buscado el que entonaba esos versos al ritmo de una melodía triste, que solitaria grandeza encerraba aquella canción, de versos siguientes:

-Nacer, vivir y morir,
siempre, día tras día.
Mi rebeldía me apagan,
me cortan, me matan.
Sangro, oh si, sangro tanto
que mis llantos
no oigo, no oyen, no existen.
Para que nacer,
para que vivir
si luego deseo morir.

Llegó como flotando a la vera del río, o como el lo llamó Poeta Río, se inclinó y bebió de aquella fantástica agua y le dijo: “- Poeta Río, que bellas notas, que versos tan reales, cuanta soledad en tus entrañas. ¿Qué me puedes decir?, ¿Qué pregunta o qué respuesta?, ¿Qué canto o qué poema?. Dime.
-Oh afluente mío, no estoy solo, mientras tú existas, mientras mis cantos los oigan oídos puros. Sí, me acompañan piedras, peces, insectos, flores, rayos de sol y de luna, ¿qué más puedo pedir?.

-Cuanta verdad, tu canción es triste, ¿por qué?
-Quizás no sea feliz, quizás necesite que un dragón recorra mi ser, quizás necesite estar solo, ¿no crees?. No puedo estar en mejor compañía, pero necesito soledad.
-Yo puedo ofrecértela, estoy lleno de ella.
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viernes, 23 de abril de 2010

EL LATIDO DE UN ÁRBOL (2º fragmento)

-Viejo estúpido, ¿así eres feliz?, ¿quieres que te repudie?, así será más feliz todavía, sigue caminando quizás te llegue más pronto tu fin.- Se alejo dejando al anciano más pensativo que nunca. No pienses viejo o desearás tu muerte, solo sigue caminando como antes, ese fue el consejo para el errante caminador.
Nuestro viajero llegó a un pueblo. Allí vio y conoció a gente tan diferente a la que él conocía que le sorprendió. No sabía que hacer que buscar, si algo o alguien. Curas, siempre habían en esos pueblos, es el ser más solitario, pero ni él ni su rebaño así lo creen. Fue en busca del pueblerino más ateo, que podía hacer sino, la gente normal cree en lo que dice su “pastor”. Preguntó a una mujer: “Perdone gentil dama, ¿podría decirme que persona es la más atea del pueblo?.
-Claro que sí forastero, ese es Fermín.

-¿Podría indicarme donde lo podría encontrar?
-¡Pregunta mucho usted, señor forastero!, pues a ese descarriado lo puede usted encontrar en el cementerio.- La señora se alejó sin decir una palabra más mientras se santiguaba. Gorda inculta, pensó él. Fue a la afueras del pueblucho, allí en una explanada se encontraba, detrás de un verja de hierro oxidado, el cementerio. Costaba horrores abrir la puerta, un par de bastonazos ayudaron bastante. Ahora el problema era encontrar la tumba de Fermín, quizás la que no tuviese crucifijo, pero todas tenían referencias a la cruz. Una señora lloraba en un sepulcro mientras depositaba unas rosas ensangrentadas. El Hombre Arbusto se le acercó y le preguntó: “Perdone desdichada señora, ¿podría decirme cual es la cama eterna de la persona más atea de este pueblo?
-Sí, Es esta y no soy desdichada, no lloro por mi desdicha sino por la pérdida de mi hijo, el Hombre más ateo del pueblo, aquel que todos llamaban Fermín.
-Llorar puede ser por amor o por tristeza, ¿por qué razón lo hace usted?.
-Porque mi hijo vive por fin en paz. Vivir en un pueblo como este, ser joven y tener tantas preguntas y tantas aspiraciones y tantos temores y …en fin, ser un solitario, como usted joven viajero, tenía martirizado su corazón. El deseaba la muerte pero no la buscaba por mí, él me quería y eso le bastaba para seguir viviendo.
-Su hijo debió ser un muchacho muy inteligente pero atormentado. A él no le busco, no estaba y no se podía sentir solo, teniendo un amor tan grande, su desdicha no me sirve, porqué no la hay. ¿Cómo murió?- Ella alzó la cabeza, lo miró a los ojos y ni una sola palabra salieron de sus labios. Entonces es cuando nuestro joven pudo observar la belleza de aquella mujer. “Es usted como el alba sin sol, con nubes que dibujan siluetas delicadas y blancas, dejando el cielo aún algo oscuro, pero que poco a poco va haciéndose más celeste. Celestial es su rostro, ahora sé lo que es Dios, no puede ser otra cosa que un ser tan bello como el que mis ojos están viendo ahora. Después de verla ,morir ya puedo escuchando la melodía de Wagner. El cielo y la tierra pueden unirse si quieren, no me importa ya. Su vestido negro realza más su naturaleza casi divina, que tiemble Venus y todo el Olimpo.
-No hables más y vete.
-No puedo, quedarme debo, sin su presencia partiré al reino de los no vivos. Necesito de usted para vivir, necesito sus brazos, sus besos, sus caricias, sus…

sábado, 17 de abril de 2010

EL LATIDO DE UN ÁRBOL (fragmento)

En el desierto del Sahara hay un árbol. Se cree que tiene cuatro mil años más o menos. Sus raíces son poderosas, su grosor es descomunal y aunque parezca mentira, es frondoso y su follaje es de un verde esmeralda impresionante. Alrededor suyo hay un mar inmenso, un mar de pequeñísimas piedrecillas, podríase llamar arena. Sí, kilómetros y kilómetros de arena es su horizonte. Bajo el cielo azul se cobija. De vez en cuando una nubecilla le hace algo de sombra, pero esta es tan insignificante que produce al anciano árbol una carcajada y la pobre nube se sonroja. El agita sus ramas para acariciarla y así ella prosigue si viaje feliz.
Algunos animalillos se acercan a verle. ¡Cuantos alimentos encuentran!. Cuanto cobijo, cuanta seguridad a su lado. No son animales grandes todo lo contrario son diminutos y raros. Entre ellos un hombre. ¿Qué hace un humanillo debajo de aquel árbol, lo querrá talar?. No, un crimen así ese hombrecillo no podría perpetrar. Simplemente vive allí, junto al gran árbol. Se refugia del sol, del viento y del mundo. Está tan solo, que la compañía de ese ser maravilloso lo mantiene con vida. Pero es algo recíproco, porque ese árbol agradece la presencia de ese ser tan minúsculo.
¿Cómo apareció allí?. Algunos dicen que nació bajo la copa o que incluso podría ser un fruto caído. La verdad de todo ello es que son leyendas sin más. La verdadera historia del “Hombre Arbusto” a mí me la contó un ave, por ello debe ser cierta, me creo mil veces más las palabras de aquel volador que la de un hombre vulgar. Las palabras que puedan pronunciar esas aves podrían perfectamente estar escritas en los libros de los dioses. Así me la contó:

-Encontrar, quiero hacer,
al ser más solitario,
mi derecho es saber
quién de ellos
merece la muerte más que yo.

Esto cantaba ese humano y así empezó su búsqueda. No podía creer que él fuese el hombre más solo del mundo. En su ciudad encontró a alguien que decía que estaba solo y acompañado a le vez. Él pensó, “¿Alguien sabio al fin?. Así le preguntó: “Dime pues cual es tú enigma, cual tú secreto, no me hagas sufrir más, ¡dime!.

-Oh joven perdido, yo estaba tan solo, mi deseo era vivir compartiendo mi vida con alguien, pero no lo encontraba. Lo importante es no sentirse solo, tener algo que te mantenga erguido, esa es la eterna búsqueda. Que cada amanecer sea bello aunque llueva. Que cada noche sea bella aun sin luna. Yo encontré ese sustento, ese aire que me faltaba.
-¡Dime, no dudes, habla aunque tus palabras no convenzan, dime, dime!.
-¡Oh amigo, es Dios mi salvador!, en Él he encontrado mi valor….
-¿Qué?, valiente estúpido estás hecho tú, ya decía yo que un tipejo que me decía que un amanecer no es bello porque llueva o que una noche no es digna de enamorados porque no esté la Madre Luna sería un bobo y no un sabio.
-¡Necio si me insultas a mí lo haces al Señor!
-¡Pues si tu representas a ese Señor, Él es más vulgar que tú! Así que no te compares con un Dios, nunca. Ni que ese Dios sea tan solo soplidos de hombres.
Airado dejó farfullando algún insulto a aquel hombre que a pesar de no sentirse solo en apariencia lo que si estaba era engañado. Pero dicen que a veces vivir engañado es más fácil que vivir con la verdad.
Salió de la ciudad, su destino era buscar un pueblo solitario. En su camino se encontró a un viejo caminante. Así le preguntó: “Dime anciano, ¿estás solo?, ¿andas buscando a alguien?. Así le respondió: “Oh joven que preguntas cosas complejas. Sí, estoy solo, pero ¿me siento?, oh amigo eso no. Camino y siempre con alguien estoy, ahora contigo, luego con otro curioso, mañana y pasado….

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