Portada de mi libro

Portada de mi libro
Diseño Alfredo Viguer

Nuevo Libro

Nuevo Libro
Portada Alfredo Viguer

Accede a mi libro

Clicando en el enlace podrás descargarlo gratuitamente o bien comprarlo. Para latinoamérica también, aunque no para todos los paises. Gracias

Seguidores

martes, 29 de junio de 2010

El latido de un árbol (5to fragmento)

Mar de arena era su destino, el desierto era su lugar buscado. Era un largo viaje, solitario pesar, ¿qué encontraría por el camino?, ¿Cómo iría?. Se alejó de la ladera del río para regresar a la senda, allí donde una piedra le habló. –Si pudiera volar llegaría pronto a mi destino- No le faltaba razón, porqué un mar debía cruzar, quizás un océano. Andaba y andaba, el día estaba agotado y dejó paso a su amada noche. El joven exhausto se sentó al lado de un árbol, se recostó sobre hojas y se durmió. Al instante de cerrar los ojos su inconsciente empezó a vivir, ¿Qué historias albergaba aquella vida?, una de ellas fue la siguiente: -Un mar se extendía sobre su mirada, el oleaje teñía de blanco espumoso ese azul oscuro, las nubes ocupaban casi todo el cielo, pero dejaban pasar algún rayo solar lo que hacía que el espectáculo fuese aún más bello; las flechas del astro rey dibujaban una cortina brillante. Un ave sobrevolaba aquel paisaje fantástico. Él lo observaba todo desde un galeón, era de una madera brillante, sus mástiles tocaban el cielo y las nubes se enredaban con las cuerdas de las velas. Clavos y encajes eran de oro, los bordes metálicos de plata y las ventanas eran diamantes. El suelo era de azabache, el más negro jamás visto. Las velas eran de seda negra, tenían un bordado tejido con hilos de color rojo, verde y negro que formaban un dragón enfurecido. En la proa, debajo del bauprés, había una figura majestuosa, bella, era una mujer desnuda, se cubría su sexo con una mano, la izquierda, con la derecha sus pechos. Era de bronce, brillante, pulido, daba la sensación que en cualquier momento cobraría vida. El pecho parecía latir y sus ojos lágrimas derramar. Sus labios eran grueso, carnosos, sensuales; incitaban al beso. Su nariz una gota de rocío, sus ojos sensibles con expresión cálida, serena, tranquila; emanaba seguridad, contrastaba su sonrisa entre melancólica e irónica. Su pelo largo serpenteaba por casi todo su cuerpo, el viento parecía querer apartarlo para mostrar su silueta. Silueta dibujada sobre un lienzo de madera.
Era un barco bien armado, cincuenta o cien cañones por costado, de oro, plata y cobre, con balas de cristal rojizas y azuladas o verdosas y anaranjadas o blancas y negras. Toda la tripulación estaba al servicio del Capitán Dorvatro.
Nada ni nadie podía con aquel galeón, por nombre Soledad I. Miles de batallas ganadas, ninguna perdida. Era impensable perder bajo el mando de aquel capitán tocado por la protección de su diosa Lucigel. Representada en la proa. Incluso la ira de la naturaleza se apaciguaba cuando él levantaba los brazos y gritaba. Pero en su sueño aquel día una tormenta acechaba al barco. Rayos caían en picado, el fuego iluminaba el cielo, trompetas tocaban el himno de la muerte, algunos de la tripulación saltaban de barco y gritaban: “!Socorro, socorro, Capitán haga algo!”
-Esperar a que acabe lo que me acontece ahora- ¿qué podría ser más importante que aquella emergencia?, eso era lo que recorría la mente de los marinos. Pero nadie dudaba de él y de sus decisiones. Estaba encerrado en su camarote, escribía un poema a su Diosa, el siguiente:
-¡Oh Diosa mía!,
¡oh maldita hembra!,
¡Oh, el amor me haces!,
¡Oh, el placer me invade!.
Buscar debo,
encontrar necesito,
amar, soñar, verbos
sin mas, verdad
sin mas. ¿Qué mas
que morir?, ¿qué menos
que llorar?.
¡Oh Diosa del mal!,
¡oh bendita mujer!.

Un poema, una canción, mientras un concierto en el mar había. –Ahora puedo mis valientes, ayudar os debo y salvaros quiero – mientras sus palabras los tranquilizaba, subía a cubierta, vestía con pantalones ceñidos de color verde tan oscuro que parecía una noche sin luna, una camisa blanca perla con un bordado con hilo de sol una rosa y una águila en el pecho izquierdo, un puñal y un ojo llorando en el derecho. Calzaba unas botas negras que le cubrían hasta las rodillas. Encima un chaleco a juego con el pantalón. Un cinturón grueso con una hebilla de plata, que un león era. Agarraba su espada y su daga, ambas con nombre propio, la primera Esbelta y la segunda, Alba. Con su ornamenta característica se posó en la punta de la proa. Empezó a llover, como rugía el cielo, la tierra temblaba, el mar se agitaba, los hombres lloraban, él se reía y su dama disfrutaba. Un tornado en el horizonte, le acompañaba una luz roja y fuego sobre el mar. Rayos, truenos, vientos huracanados y los mismos crujidos del barco tocaban una canción, una música infernal. “-¿Qué hará nuestro capitán?-“ El reía y reía, sangraba y lloraba, jadeaba de placer y se relamía las heridas, entonces gritó y gritó, la tormenta le oyó, y rugió más que él. Desenvainó su daga, se rasgó la camisa y el chaleco lanzó al mar. A pecho descubierto enfrentarse iba. Sin temor, sin miedo cogió fuerte su daga y el tórax se abrió, sangre y más sangre brotó de su cuerpo, de su ser. Seguía riendo, gritaba todo lo que su fuerza interior le daba, se le oía más que a la misma tormenta. Un hombre con el pecho ensangrentado y con el cuerpo encabritado se enfrentaba al salvajismo de la naturaleza.
En sus ojos, lenguas de fuego.................

2 comentarios:

  1. Hola. ¡Qué vergüenza! Le dije que podía ser un soldado, jajaja. Lo sentimos ... Ahora entiendo que usted es un escritor literario. Me encantó "Balas Sin Nombre"...
    Gracias por el comentario. Yo ya estoy haciendo clic para ver su libro "El Trovador decapitado." Hasta luego y gracias por los cumplidos.

    ResponderEliminar
  2. Falo apenas português, mas não posso deixar de comentar. Comovo-me toda vez que vejo um escritor orgulhoso de sua obra. Sonho em um dia publicar um livro, e isso me motiva.

    Parabéns e todo sucesso ao seu livro, Juan!

    Jefhcardoso do http://jefhcardoso.blogspot.com

    ResponderEliminar